
Una de las principales excusas que suelo escuchar para no ahorrar e invertir es que no se dispone de dinero para invertir: el dinero no nos alcanza. Pero para la gran mayoría el problema no es que el dinero no alcance, sino que toman decisiones que terminan teniendo esto como resultado.
Nuestra riqueza generalmente se mide por el patrimonio neto, que es el activo total menos todas las deudas. Pero hay una medida alternativa, que es asignar nuestra riqueza a los fines para los que sirve.
¿Para qué fines? Dos me vienen a la mente: riqueza física y riqueza social.
Comencemos con la riqueza física. Estamos hablando de la capacidad de una familia para mantener las comodidades físicas básicas, como disfrutar de una comida decente, un hogar confortable, un automóvil confiable y acceso a una buena atención médica.
No tenés que ser millonario para permitirte estos objetivos. Por lo general, un ingreso de clase media baja es suficiente. ¿Cómo medís tu riqueza física? Pensá en cuánto tiempo podrías mantener estas comodidades sin trabajar. Durante tu carrera laboral, puede ser cuestión de meses o años. Si estás jubilado, será, crucemos los dedos, el resto de tu vida.
Mientras tanto, la riqueza social se relaciona con los placeres mentales. Se trata de ego y entretenimiento.
Hace referencia a nuestro poder adquisitivo en relación con el resto de la sociedad: un juego de suma cero.
La riqueza social a menudo se muestra a través de símbolos de estado. Los humanos somos criaturas competitivas que disfrutamos del reconocimiento. Después de todo, ¿un adulto que conduce un automóvil de lujo es muy diferente de los adolescentes que flexionan sus músculos en la playa?
A diferencia de la riqueza física, la riqueza social puede ser costosa, ya que requiere un ingreso de seis o siete cifras para comprar casas de ensueño, autos de lujo, viajes exóticos, etc. Para un nuevo jubilado, puede requerir un patrimonio neto de más de USD 2 millones.
La diferenciación de la riqueza física de la social puede afectar nuestras decisiones sobre el gasto actual. Junto con la financiación de las necesidades físicas básicas, todos nos entregamos al «gasto social», ya sea que podamos pagarlo o no.
¿Cómo podemos saber si estamos participando en un gasto social pesado? Dos pruebas simples pueden ayudarlo a analizar su propio grado de gasto social.
Test No. 1: ¿Has pagado $1.000.000 o más por tu auto? Un plus del 50% por encima del auto promedio de $700.000 (no olvides de ajustar el precio por inflación para no engañarte a vos mismo).
Test No. 2: ¿Cuántas habitaciones en tu casa son utilizadas todos los días? Dividí ese número por el total de habitaciones de tu casa. ¿El resultado es 50% o menos?
Un «sí» a ambas preguntas te coloca en la tierra del exceso y el ego. Dentro de lo razonable, no hay nada malo con el gasto social. Es un deporte que todos quieren jugar, pero requiere una evaluación personal de riesgos.
Si la riqueza física es obligatoria, la riqueza social es discrecional. Una compensación básica: ¿hasta qué punto pondrás en riesgo tu seguridad física para que puedas mostrar la riqueza social?
Aquellos que son financieramente conservadores pueden evitar gastos sociales significativos hasta que tengan suficiente riqueza física escondida para cubrir el resto de su vida. Aquellos que son más agresivos pueden incurrir en grandes gastos para aparecer en una clase social más alta de lo que pueden permitirse actualmente. Si bien estas imágenes pueden poner en peligro la futura comodidad física, es un pasatiempo popular.
¿Y en las inversiones?
La manera en que miras a la riqueza física frente a la social también podría impulsar la gestión de tus inversiones.
Tu «cartera física» podría tener suficiente dinero para mantener la comodidad física básica sin trabajar durante el período de tiempo que desees. Una persona de 30 años puede optar por conservar solo un año de riqueza física, mientras que una persona de 60 años podría buscar proteger 10 años o más. Esto podría llamarse «evaluar tu tolerancia al riesgo».
La cartera física se invierte en cosas aburridas y seguras, como fondos del mercado monetario, simplemente la compra de dólares, bonos a corto plazo, valor en efectivo de seguros de vida y activos financieros similares. Cualquier monto por el cual las ganancias después de impuestos de estos activos más seguros caen por debajo de la inflación es, en efecto, una prima de seguro que pagás para proteger el dinero involucrado.
Tu «cartera social» puede ser como Las Vegas, sin necesidad de un boleto de avión de regreso. Al ser discrecional, puedes optar por comprar inversiones arriesgadas, del tipo que pueden vencer a la inflación, pero a riesgo de grandes pérdidas periódicas.
Son un gran deporte, ofrecen apuestas respetables y podrían permitirte disfrutar de más gastos sociales. Si tu cartera física proporciona protección a la baja, tu cartera social ofrece potencial al alza.
Ya sea gastando o invirtiendo, solo vos podés decidir cómo equilibrar mejor tu riqueza física y social. Básicamente es otra versión del continuo miedo a la codicia. ¿Cuál es tu posición? Para obtener la respuesta, intentá asignar valores monetarios a tus deseos y necesidades físicas y sociales.
Saludos,
Matías Daghero
El mes de noviembre ha sido un mes complicado para los activos argentinos. Luego de varios meses de fuertes subas, el índice Merval encontró un techo en los 28.000 puntos que intentó superar sin éxito durante los primeros 10 días del mes, para luego enfrentar una corrección en un par de días que lo llevó hasta casi los 25.200 puntos de la que ha podido recuperarse, pero con pérdidas aún en el acumulado del mes de noviembre.
Por su parte, el BCRA se vio obligado una vez más a subir fuertemente la tasa de Lebacs y llevarlas al 28,75% para el tramo corto en la licitación. Esto tuvo su impacto en la cotización del dólar que acumula en lo que llevamos del mes una caída del 1,40%. De esta manera el dólar acumula en todo 2017 una suba del 10,74%, varios puntos debajo de la inflación y del rendimiento de las Lebacs.
Pero más allá del debate entre Lebacs y dólar que se ha dado todo este año (y en 2016 también), en el mes de noviembre hubo una clase diferente de activos que han venido dando muy buenos rendimientos: los bonos con ajuste CER.
Estos bonos que fueron condenados al ostracismo durante los años en que el Indec no informaba de manera correcta los números de inflación han tenido fuertes subas durante el mes de noviembre sacándole un par de cuerpos incluso a las Lebacs.
Entre los motivos se encuentran el fuerte rendimiento real positivo que tenían (algunos bonos de largo plazo rendían inflación más 6%) respecto de pares de la región y una inflación que no cede, se podrían contar entre los fundamentals de esta suba.
Sin embargo, este retraso y condiciones inflacionarias ya se venían manifestando desde hace unos meses sin que se normalizara la situación de los bonos CER. El driver que dirigió la suba de precios vino por un reciente cambio normativo que impedirá nuevas compras y suscripciones de Lebacs por parte de las compañías aseguradoras. Entonces, las aseguradoras comenzaron a modificar las composiciones de sus portafolios y en gran medida el cambio está siendo salen Lebacs y entran bonos CER.
¿Y pensando en 2018?
Más allá de la fuerte suba experimentada en estos días, los fundamentals para esperar una suba de los bonos CER siguen intactos.
Por un lado, todavía restan alrededor de 200bps en el tramo corto y 300 bps en el tramo largo de la curva CER para que los rendimientos se encuentren más en línea a lo que rinden en otros países vecinos los bonos con ajuste por inflación.
En segundo término, los números de inflación continúan encontrándose varios puntos por encima de las aspiraciones del BCRA, por lo que el rendimiento nominal de los bonos CER al compararlo con el de otros instrumentos continúa siendo elevado.
Si realizamos el ejercicio de comparar las curvas soberanas CER y en Pesos a Tasa Fija a los fines de despejar la inflación esperada en el mercado, se observa que los valores continúan siendo elevados e incluso por encima de las expectativas del REM.
Como corolario, una ventaja adicional que presentan los bonos con ajuste CER contra las Lebacs (sobre todo en los bonos CER cortos), es que los bonos CER otorgan un seguro de cambio parcial frente a devaluaciones (por el traslado a precios de una devaluación del dólar) que las Lebacs no otorgan.
Por los motivos antes expuestos, los bonos con ajuste CER se espera que tengan un buen desempeño durante 2018 y formen una parte importante en los portafolios de los inversores.
Nota Publicada por El Economista – 24/11/2017
En el día de hoy el BCRA debe afrontar una nueva licitación de Lebacs, con vencimientos por $535.000 millones. Sin embargo, el escenario luce totalmente diferente a lo que se avizoraba hace apenas una semana atrás.
Hace unos días el dólar amenazaba con perforar los $18 y dispararse, a la vez que se esperaba una inflación de julio por encima del 2%. Estos dos datos, sumados a unas encuestas que daban un triunfo a Cristina Kirchner en las elecciones legislativas (con una ventaja promedio del 5%), hacían preveer que el BCRA iba a tener que subir las tasas de interés (para contener al dólar y frenar a la inflación). Sin embargo, ese escenario ayer desapareció del mapa.
Los inversores celebraron con una fuerte suba en el Merval del 4,26% (cerrando en máximo histórico en pesos), baja del riesgo país y una caída del dólar que lo llevó a valores del 20/07 pasado. La inflación de julio que se dio a conocer el viernes si bien fue alta, ese 1,7% vino por debajo de las expectativas del mercado.
Todo esto redefinió el tablero de comando de Federico Sturzenegger y cía para la decisión de tasas de hoy. El comportamiento que si permaneció intacto respecto a la semana pasada fue el mayor aplanamiento de la curva de tasas. Esto implica que las Lebacs de corto plazo pagan casi la misma tasa que las de largo plazo, a diferencia de lo que venía sucediendo hasta aquí de que las cortas pagaban más que las largas. Resta conocer si este comportamiento será confirmado en la licitación de hoy. De ser así, los inversores que hasta aquí licitaban mayormente el tramo corto deberán plantearse si esto continúa resultando conveniente o si no es mejor alargar el plazo.
Es que, de darse un sendero que le permita al BCRA bajar las tasas de interés en las próximas licitaciones (que es el escenario que pareciera empezar a vislumbrarse), licitar hoy el tramo largo haría que el inversor pueda asegurarse una tasa elevada por un plazo mayor.
Por otra parte, si la toma de decisión por parte del inversor viene por el lado de “La Grieta Bursátil” entre dólar o tasa que viene dividiendo a los traders desde 2016, la decisión en esta ocasión pareciera tener una clara elección.
Luego de que en los primeros meses del año la tasa en pesos fuera la clara ganadora, el dólar en mayo comenzó una fuerte suba para achicar la brecha en los rendimientos. Sin embargo, la fuerte corrección del día de ayer que sufrió el usd hizo perder la ganancia de más de un mes de Lebac, a la vez que terminó de inclinar la balanza en el resultado anual.
Salvo algún factor externo como un conflicto entre Estados Unidos y Corea u otro evento que pudiera presentarse, no parecieran haber factores para que el dólar retomara el sendero alcista. En ese sentido, la opción por las Lebacs por sobre el dólar pareciera ser lo que redituara un mayor retorno a inversores conservadores.
Nota Publicada por El Economista – 15/08/2017
Una pregunta que suelen hacerse muchos inversores a la hora de invertir es si conviene comprar bonos o acciones. Si analizamos las teorías y los contenidos de los libros de texto, estos sostienen que los bonos son instrumentos recomendables para inversores más conservadores, ya que tienen como fuente de rendimiento el cobro de un cupón de interés establecido, pudiendo establecer cuál será el retorno que se obtendrá en caso de mantenerlo hasta su vencimiento.
En cambio, en el caso de las acciones se las conoce también como renta variable, ya que no se puede conocer de antemano cuál será el retorno final que se obtendrá. Debido a esto es que se recomienda estos instrumentos para inversores de un perfil de riesgo más agresivo.
Hay una máxima de las finanzas que reza que “a mayor riesgo asumido, mayor retorno esperado”. Esto implicaría que las acciones deberían tener un retorno más elevado que los bonos, ya que en su naturaleza conllevan un factor de riesgo mayor. De esto no caben dudas si uno compara el rendimiento de por ejemplo el índice S&P 500 con el de los Bonos del Tesoro a 10 años a lo largo del tiempo. Pero… ¿se puede decir lo mismo en la Argentina?
Argentina, un caso especial
En reiteradas ocasiones se menciona que Argentina es un caso de estudio que se sale de los estándares de los libros de texto. Y el caso de la comparación de rendimientos entre bonos y acciones es uno de ellos.
Para evitar los impactos de corto plazo y buscando ver una tendencia de más largo plazo es que se buscó comparar el rendimiento de acciones y bonos por un plazo mayor a los 10 años, comenzando en el año 2007.
A los fines de medir el rendimiento de las acciones, se analiza la evolución del índice Merval medido en pesos, ya que nuclea a las acciones argentinas de mayor liquidez. Por otra parte, para medir la evolución del rendimiento de los bonos argentinos se utiliza el índice de bonos que elabora el Instituto Argentino de Mercado de Capitales (IAMC). Este índice nuclea a los bonos de mayor liquidez, agrupándolos en 4 categorías según la moneda y plazo.
En el gráfico a continuación podemos comparar el rendimiento entre ambos desde el 01 de enero de 2007 a la fecha de hoy:
Allí se observa cómo mientras que los inversores que colocaron su capital en acciones obtuvieron un retorno del 900%, quienes invirtieron en Bonos obtuvieron un retorno del 1017%. Esto evidencia que asumir mayores riesgos no terminó pagando un mejor retorno para sus inversores.
Los motivos de esta anomalía
Existen distintas razones que uno podría encontrarle a este comportamiento que difiere de lo que sucede en otros países.
En primer término, si nos ceñimos a un análisis estrictamente financiero, Argentina es un país que ha estado en default 75 de sus 200 años de historia. Debido a esto, es que no se puede sostener que en el largo plazo la inversión en bonos argentinos haya sido una inversión conservadora. Si han existido períodos históricos donde el riesgo de default ha sido más bajo (como el actual), pero es un factor a tener presente.
Cuando en el ejercicio de mi profesión me ha tocado tener que hablar de bonos argentinos a inversores extranjeros, siempre sostengo que los bonos argentinos conllevan un mayor riesgo que la inversión en muchas de las acciones extranjeras. Por citar un caso, la volatilidad en el precio de los bonos argentinos supera a la del índice Dow Jones.
Por otra parte, si ampliamos el análisis a la perspectiva económica, este resultado tiene mucha más lógica. Basta con mirar la esencia de ambos instrumentos.
En un bono, los inversores lo que buscan es una tasa de rendimiento establecida. No les importa si a su emisor les va mejor o peor en el desarrollo de su negocio (en el caso de empresas) o de su economía (en el caso de un país), siempre y cuando le puedan pagar los intereses fijados en las condiciones de emisión.
En cambio, cuando una persona invierte en acciones se asocia a la empresa, por lo que, si a la empresa le va bien, gana con ella y, en el extremo, si se va a la quiebra pierde todo su capital. El inversor necesita que a la empresa le vaya bien para ver retornos en su capital. Si lo llevamos a las empresas en su conjunto, el inversor necesita que a la economía le vaya bien para que las acciones ganen más dinero.
De los retornos presentados en el gráfico, salta a la vista que por ahora los inversores han preferido obtener una renta fija a “asociarse” al crecimiento del país. Más allá de cualquier valoración filosófica o política que pueda hacerse de esto, es coherente la lectura de los inversores con los movimientos que ha tenido la economía en nuestro país, donde se suceden años de alto crecimiento a profundas recesiones, sin poder consolidar una tendencia de crecimiento de largo plazo.
Incluso si miramos la valoración que hacen los grandes bancos de inversión del mundo de la Argentina, algo de moda por estos días, la deuda argentina es considerada emergente (está incluida dentro del índice de JP Morgan de países emergentes) mientras que las acciones son consideradas de frontera (según sostuvo hace unos días el MSCI).
¿Qué rendirá más en los próximos años?
Dicho todo esto, vale la pena preguntarse que pasará de aquí en adelante. Es que esto ya es historia y los inversores deben tomar sus decisiones de inversión de cara al futuro.
Y es aquí donde se plantean los eternos interrogantes: ¿Podrá Argentina dejar de ser una promesa para convertirse en una economía en crecimiento? ¿Podremos dejar atrás las marchas y contramarchas, crisis e ilusiones, para explotar el inmenso potencial en recursos naturales y humanos que tiene esta Nación?
Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, el inversor que ponga su capital en acciones obtendrá un mayor retorno. A su vez, dentro del universo de acciones, apostar por aquellos sectores que históricamente se han beneficiado en las etapas de crecimiento de la Argentina podría otorgar mayores réditos. Entre ellos podemos destacar al sector financiero (invirtiendo en acciones de bancos) y al sector agropecuario (pudiendo invertir en acciones que se beneficiarían de que nos convirtamos en el “supermercado” del mundo), como así también a empresas que han logrado abstraerse de la política argentina como los “unicornios” que cotizan en Wall Street.
En cambio, si la respuesta continúa siendo como hasta ahora una seguidilla de años de crecimiento y luego una crisis, los bonos otorgarán un mejor rendimiento. Aquí primará el timing para posicionarse en bonos largos en aquellos momentos en que se anticipe una mejora en las condiciones crediticias del país (por factores internos como la llegada de un gobierno más “market friendly” o externos como una política internacional de baja de las tasas de interés globales), buscando captar la compresión de los spreads que otorguen mayores ganancias de capital. Por otra parte, mantenerse alejado y líquido en momentos de posibles defaults resultará clave.
En un país tan ciclotímico como el nuestro en el que resulta difícil anticipar el cambio de los ciclos de crecimiento económico y recesión, un posicionamiento en ambos activos (bonos y acciones) con preeminencia de aquel que se beneficie más en el escenario que esperamos resulta lo más aconsejable para el inversor prudente.
Nota Publicada por El Economista – 04/07/2017
Contra los pronósticos de la mayoría de los analistas que esperaban que Argentina fuera reclasificada como país emergente, en el día de ayer el MSCI (entidad que elabora los índices) decidió dilatar la decisión para su reunión en 2018.
En su comunicado, al referirse a la Argentina, el MSCI sostuvo: “El MSCI mantiene al MSCI Argentina en la lista de revisión para una potencial reclasificación al status de mercado emergente como parte de su revisión anual de clasificación de mercados de 2018.”
“Desde diciembre de 2015- continúa el comunicado – el Banco Central Argentino ha abolido las restricciones a la moneda extranjera y los controles de capitales que habían estado vigentes por algunos años. Estos cambios tuvieron como resultado, entre otras cosas: (1) un tipo de cambio flotante de la moneda (2) la eliminación de las reservas de efectivo y los límites mensuales de repatriación que afectaban al mercado y (3) la abolición del período de inmovilización para las inversiones.”
Justificando la decisión del retraso, sostiene: “Si bien el mercado de capitales argentino cumple con la mayoría de los criterios para ser mercado emergente, la irreversibilidad de estos cambios que son relativamente recientes aún debe ser evaluada”.
Argentina salió de la categoría de país emergente y cayó a país de frontera (en términos futbolísticos sería algo así como la tercera división) en el año 2009 cuando el kirchnerismo endureciera sus medidas respecto al flujo de capitales y el mercado de cambios. Dentro de esta misma categoría encontramos a países como Kenya, Túnez, Croacia, Kazajstán, Estonia y Vietnam, entre otros.
Esta noticia contrasta fuertemente con el optimismo que generó en el mercado local la emisión del bono a 100 años el día lunes. Sin embargo, quizás allí la tasa pagada prevaleció y el apetito de los inversores internacionales en un mundo súper líquido de tasas bajas fue lo que logró captar su interés. En ese mismo sentido, una nota de la agencia internacional Bloomberg al referirse a este bono sostuvo: “Argentina, un país que ha pasado 75 de sus 200 años de historia en default, convenció a los inversores de que sus antecedentes no son algo por lo que preocuparse”.
¿Y qué hacer?
Los operadores del mercado esperan expectantes las 10:30 de hoy cuando abran la negociación de los ADR´s en Nueva York y 30 minutos después cuando abra la bolsa en Buenos Aires. Al momento de conocerse la noticia en el día de ayer, Buenos Aires se encontraba cerrado por el feriado del día de la bandera y en Nueva York ya había la cerrado la jornada habitual. Sin embargo, algo pudo observarse en las negociaciones post-cierre donde los ADR´s argentinos mostraban leves correcciones en algunos casos y en YPF estas caídas llegaron al 16,5%.
Para los inversores que buscan retornos en el largo plazo, jornadas con alta volatilidad como las que se verán en el día de hoy quizás no sean las mejores amigas de las buenas decisiones, por lo que se aconseja esperar unos días para tomar posiciones. Quizás luego de una corrección se abran nuevas oportunidades en un Merval que acumulaba hasta aquí una suba del 31,19% en este 2017, permitiendo rearmar posiciones de cara a las PASO de agosto.
Tras dilatar la decisión para su reunión en 2018, y al demorar un año la implementación de esta, Argentina podría ingresar como país emergente al índice a mediados de 2019, meses antes de que finalice el primer mandato de Mauricio Macri.
Nota Publicada por El Economista – 21/06/2017
Corrían los últimos años del gobierno kirchnerista y las provincias necesitaban financiamiento. Con el mercado externo cerrado por el conflicto con los holdouts y el cepo cambiario vigente, los inversores estaban ávidos de dolarizar las carteras y, para solucionar la dificultad de acceso a los dólares físicos, proliferaron emisiones de bonos denominados “dólar linked”.
Los bonos dólar linked, son bonos que pagan su capital y cupones dolarizados convertidos a pesos. Para efectuar esta conversión, en sus prospectos de emisión tienen establecido cómo se fija el tipo de cambio. Existen distintos modos, algunos toman la comunicación 3.500 del BCRA (tipo de cambio mayorista), otros el dólar billete vendedor del BCRA, incluso algunos contemplan el uso eventual de un dólar comercial de sus exportaciones (recordemos que en esos momentos circulaban versiones sobre la posibilidad de desdoblamiento en varios tipos de cambio). Resulta conveniente leer el prospecto o consultar a su asesor financiero respecto de cuál es el tipo de cambio que toma el bono previo a invertir en él.
Con la salida del cepo a fines del año pasado, ya no existe la restricción para el acceso a las divisas por lo que no han habido nuevas emisiones de bonos dólar linked. Sin embargo, las emisiones efectuadas en años anteriores continúan negociándose en el mercado con atractivas tasas de rendimientos.
En momentos de grandes incertidumbres tanto externas (Trump, suba de tasas de la FED) como internas (inflación elevada, impacto del blanqueo de capitales, déficit fiscal que no cede, entre otros), un clásico en la cartera del inversor argentino ha sido el dólar y hemos visto un avance del mismo en las últimas semanas.
Una característica de los bonos dólar linked es su corta duration (en su mayoría menor a 3), por lo que, en contextos de posibles subas de tasas de interés global, sienten un menor impacto.
Los rendimientos de los mismos oscilan según el riesgo crediticio de cada emisor, pero podrá notarse que en algunos de ellos se puede acceder a tasas más elevadas con duration menor que en los bonos soberanos hard dólar, como podemos observar en la siguiente tabla:
Hay una serie de datos importantes a tener en cuenta por el inversor antes de invertir en ellos. El primero de todos es la liquidez de los mismos, ya que ésta es menor que en los bonos soberanos. Existen incluso también obligaciones negociables dólar linked corporativas, pero allí ya la liquidez es aún mucho menor, salvo contadas excepciones (como podrían ser las Obligaciones Negociables de YPF). En estos casos, sería recomendable tomar posición en un bono que pudiera conservar hasta el vencimiento (más allá de que pueda venderlo en mercado secundario) para no correr el riesgo de resignar parte del spread de tasas respecto de un bono hard dólar por falta de punta compradora a un precio razonable.
En segundo término, otro dato a tener presente es el tema de las garantías que ofrecen algunos de ellos. Por citar un ejemplo, los bonos de Neuquén y de Chubut tienen como garantía las regalías petroleras (una fuente genuina de dólares).
Por último, a diferencia de los bonos hard dólar en los que en su gran mayoría son bullet (pagan todo su capital al vencimiento), los bonos dólar linked provinciales en su gran mayoría efectúan pagos de amortizaciones parciales, incluso algunos de ellos como el bono de Córdoba (CO17) pagan interés y capital mensualmente. Esta característica podría ser utilizada por un inversor para construir un portafolio que le permita garantizarse un flujo mensual similar a un departamento, pero con varias ventajas respecto de la renta inmobiliaria: exención de bienes personales, mayor tasa de rendimiento, menor capital inicial para ingresar, mayor liquidez, entre otros.
Para aquellos inversores que deseen dolarizar sus carteras, los bonos dólar linked constituyen una interesante propuesta a analizar la posibilidad de invertir en ellos buscando un rendimiento similar al de bonos largos hard dólar pero con un menor riesgo de tasa.
Nota Publicada por El Economista – 24/11/2016
Numerosos economistas y analistas políticos sostienen que con el pago a los holdouts se cerró la primera etapa del gobierno de Macri. El levantamiento del cepo cambiario, el sinceramiento de las tarifas públicas, la salida del default, cambios en las retenciones a las exportaciones y en el sistema de importaciones constituyeron un primer paso “necesario pero no suficiente” para que la economía comience a andar. La opinión mayoritaria es que los meses más duros de la gestión estarían por terminar y que en el segundo semestre comenzarían a verse las mejoras.
Los mercados financieros suelen anticiparse a los acontecimientos. La exitosa colocación de deuda de la semana pasada es una clara evidencia de esto. Haber conseguido una oferta récord que permitió una rebaja en la tasa no se condice con la realidad actual de la Argentina: un país con una inflación récord en el mundo y con un nivel de déficit fiscal insostenible. Pero los mercados siempre miran hacia adelante y consideran que esta situación podría revertirse en el corto plazo.
Nuestro mercado cuenta con diversos instrumentos que están vinculadas a variables económicas y analizando los precios de los mismos es que podemos deducir los valores que los inversores les están otorgando a los mismos.
Comencemos por determinar la inflación. Si tomamos dos bonos con riesgo y Duration similar, pero uno que pague solamente tasa y otro que adicionalmente ajuste por CER podríamos estimar el valor de inflación que está asignando el mercado. Haciendo este ejercicio con el bono con vencimiento más próximo de los que ajustan por CER, el Bogar 2018 (NF18), y comparándolo con el Bonar 2018(AMX8) podemos ver que el spread de rendimientos entre ambos es de 36,5%, valor que los inversores están otorgando actualmente a la inflación.
Otro valor que podríamos sacar del análisis de los precios de los bonos en el mercado es cuál es el rendimiento que se está asignando a hacer tasa en pesos versus a hacer tasa en dólares. Si tomamos el rendimiento bono dólar linked Bonad 2016 (AO16) y le adicionamos la devaluación esperada en los futuros de Rofex para su vencimiento en octubre, estamos obteniendo una TIR en pesos anualizada de 35%. Por su parte, si tomamos la TIR anualizada de una Lebac por un plazo similar la misma actualmente es de 34,25%.
Un último cálculo que podríamos efectuar es si los inversores consideran que el dólar acompañará a la inflación. Esto lo podemos ver tomando el rendimiento del Bonar X (AA17) y el Bonar 2018 (AN18) como representativos del dólar y que actualmente rinden un 4,2% y 5,6% contra un bono que ajusta por CER como el ya mencionado Bogar 2018 (NF18) y que rinde un 4,74%. De esto podríamos deducir que el mercado estaría esperando que el dólar se mueva con la inflación en el futuro.
¿Servirán los precios del mercado como indicador de lo que se concretará en el segundo semestre?
Nota Publicada por El Economista – 25/04/2016