Una pregunta que suelen hacerse muchos inversores a la hora de invertir es si conviene comprar bonos o acciones. Si analizamos las teorías y los contenidos de los libros de texto, estos sostienen que los bonos son instrumentos recomendables para inversores más conservadores, ya que tienen como fuente de rendimiento el cobro de un cupón de interés establecido, pudiendo establecer cuál será el retorno que se obtendrá en caso de mantenerlo hasta su vencimiento.
En cambio, en el caso de las acciones se las conoce también como renta variable, ya que no se puede conocer de antemano cuál será el retorno final que se obtendrá. Debido a esto es que se recomienda estos instrumentos para inversores de un perfil de riesgo más agresivo.
Hay una máxima de las finanzas que reza que “a mayor riesgo asumido, mayor retorno esperado”. Esto implicaría que las acciones deberían tener un retorno más elevado que los bonos, ya que en su naturaleza conllevan un factor de riesgo mayor. De esto no caben dudas si uno compara el rendimiento de por ejemplo el índice S&P 500 con el de los Bonos del Tesoro a 10 años a lo largo del tiempo. Pero… ¿se puede decir lo mismo en la Argentina?
Argentina, un caso especial
En reiteradas ocasiones se menciona que Argentina es un caso de estudio que se sale de los estándares de los libros de texto. Y el caso de la comparación de rendimientos entre bonos y acciones es uno de ellos.
Para evitar los impactos de corto plazo y buscando ver una tendencia de más largo plazo es que se buscó comparar el rendimiento de acciones y bonos por un plazo mayor a los 10 años, comenzando en el año 2007.
A los fines de medir el rendimiento de las acciones, se analiza la evolución del índice Merval medido en pesos, ya que nuclea a las acciones argentinas de mayor liquidez. Por otra parte, para medir la evolución del rendimiento de los bonos argentinos se utiliza el índice de bonos que elabora el Instituto Argentino de Mercado de Capitales (IAMC). Este índice nuclea a los bonos de mayor liquidez, agrupándolos en 4 categorías según la moneda y plazo.
En el gráfico a continuación podemos comparar el rendimiento entre ambos desde el 01 de enero de 2007 a la fecha de hoy:
Allí se observa cómo mientras que los inversores que colocaron su capital en acciones obtuvieron un retorno del 900%, quienes invirtieron en Bonos obtuvieron un retorno del 1017%. Esto evidencia que asumir mayores riesgos no terminó pagando un mejor retorno para sus inversores.
Los motivos de esta anomalía
Existen distintas razones que uno podría encontrarle a este comportamiento que difiere de lo que sucede en otros países.
En primer término, si nos ceñimos a un análisis estrictamente financiero, Argentina es un país que ha estado en default 75 de sus 200 años de historia. Debido a esto, es que no se puede sostener que en el largo plazo la inversión en bonos argentinos haya sido una inversión conservadora. Si han existido períodos históricos donde el riesgo de default ha sido más bajo (como el actual), pero es un factor a tener presente.
Cuando en el ejercicio de mi profesión me ha tocado tener que hablar de bonos argentinos a inversores extranjeros, siempre sostengo que los bonos argentinos conllevan un mayor riesgo que la inversión en muchas de las acciones extranjeras. Por citar un caso, la volatilidad en el precio de los bonos argentinos supera a la del índice Dow Jones.
Por otra parte, si ampliamos el análisis a la perspectiva económica, este resultado tiene mucha más lógica. Basta con mirar la esencia de ambos instrumentos.
En un bono, los inversores lo que buscan es una tasa de rendimiento establecida. No les importa si a su emisor les va mejor o peor en el desarrollo de su negocio (en el caso de empresas) o de su economía (en el caso de un país), siempre y cuando le puedan pagar los intereses fijados en las condiciones de emisión.
En cambio, cuando una persona invierte en acciones se asocia a la empresa, por lo que, si a la empresa le va bien, gana con ella y, en el extremo, si se va a la quiebra pierde todo su capital. El inversor necesita que a la empresa le vaya bien para ver retornos en su capital. Si lo llevamos a las empresas en su conjunto, el inversor necesita que a la economía le vaya bien para que las acciones ganen más dinero.
De los retornos presentados en el gráfico, salta a la vista que por ahora los inversores han preferido obtener una renta fija a “asociarse” al crecimiento del país. Más allá de cualquier valoración filosófica o política que pueda hacerse de esto, es coherente la lectura de los inversores con los movimientos que ha tenido la economía en nuestro país, donde se suceden años de alto crecimiento a profundas recesiones, sin poder consolidar una tendencia de crecimiento de largo plazo.
Incluso si miramos la valoración que hacen los grandes bancos de inversión del mundo de la Argentina, algo de moda por estos días, la deuda argentina es considerada emergente (está incluida dentro del índice de JP Morgan de países emergentes) mientras que las acciones son consideradas de frontera (según sostuvo hace unos días el MSCI).
¿Qué rendirá más en los próximos años?
Dicho todo esto, vale la pena preguntarse que pasará de aquí en adelante. Es que esto ya es historia y los inversores deben tomar sus decisiones de inversión de cara al futuro.
Y es aquí donde se plantean los eternos interrogantes: ¿Podrá Argentina dejar de ser una promesa para convertirse en una economía en crecimiento? ¿Podremos dejar atrás las marchas y contramarchas, crisis e ilusiones, para explotar el inmenso potencial en recursos naturales y humanos que tiene esta Nación?
Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, el inversor que ponga su capital en acciones obtendrá un mayor retorno. A su vez, dentro del universo de acciones, apostar por aquellos sectores que históricamente se han beneficiado en las etapas de crecimiento de la Argentina podría otorgar mayores réditos. Entre ellos podemos destacar al sector financiero (invirtiendo en acciones de bancos) y al sector agropecuario (pudiendo invertir en acciones que se beneficiarían de que nos convirtamos en el “supermercado” del mundo), como así también a empresas que han logrado abstraerse de la política argentina como los “unicornios” que cotizan en Wall Street.
En cambio, si la respuesta continúa siendo como hasta ahora una seguidilla de años de crecimiento y luego una crisis, los bonos otorgarán un mejor rendimiento. Aquí primará el timing para posicionarse en bonos largos en aquellos momentos en que se anticipe una mejora en las condiciones crediticias del país (por factores internos como la llegada de un gobierno más “market friendly” o externos como una política internacional de baja de las tasas de interés globales), buscando captar la compresión de los spreads que otorguen mayores ganancias de capital. Por otra parte, mantenerse alejado y líquido en momentos de posibles defaults resultará clave.
En un país tan ciclotímico como el nuestro en el que resulta difícil anticipar el cambio de los ciclos de crecimiento económico y recesión, un posicionamiento en ambos activos (bonos y acciones) con preeminencia de aquel que se beneficie más en el escenario que esperamos resulta lo más aconsejable para el inversor prudente.
Nota Publicada por El Economista – 04/07/2017