La decisión del Ministerio de Hacienda de utilizar el índice de precios de San Luis para calcular el CER con el que se ajustará el capital de los títulos públicos que ajustan por inflación no pasó inadvertida entre los inversores. En el mes de marzo, bonos como el Cuasipar 2045 (CUAP), Discount 2033 (DICP) y Par 2038 (PARP) acumulan caídas que oscilan entre el 7 y el 11% en el peor de los casos.
Durante los meses de diciembre y enero, cuando los incrementos expresados por el índice de precios de CABA fueron menores a los valores expresados en San Luis (3,9 y 4,1% vs 6,5 y 4,2% respectivamente) se optó por utilizar el indicador porteño. En cambio, justo en éste mes en que tuvo lugar el ajuste tarifario energético cuyo impacto fue mayor en CABA es que se decide utilizar al indicador puntano (4% vs 2,7%).
Numerosos portfolio managers habían considerado que muy probablemente la inflación del mes de febrero iba a ser mayor en Bs As que en el resto del país por lo que tomaron sus decisiones de selección de activos para sus carteras en función de esto. Un correcto análisis que hubiera dado sus frutos de no haberse producido éste cambio.
Si bien desde el ministerio de Hacienda se buscó justificar la medida explicando que estaba claramente contemplada la potestad de optar entre uno de los dos indicadores hasta que esté listo el indicador del Indec y que el CER es un índice nacional (habiendo impactado la suba de las tarifas en mayor medida en CABA que en el resto del país), deja ése sinsabor de que las reglas de juego no son claras y que se modifican en perjuicio del inversor. Éste mismo sentimiento fue el que estuvo presente hacia principios de la gestión cuando se decidió modificar arbitrariamente las condiciones de los contratos de futuros. Si bien en ése caso la justicia está investigando si hubo dolo en las ventas que efectuaba el Central buscando beneficiar a ciertos allegados, también hubo del otro lado empresas y particulares con compromisos en dólares que buscaron cubrirse de buena fe de una altamente probable devaluación y que debieron asumir una pérdida parcial por ésta modificación que se produjo en los valores a los que habían comprado su cobertura.
Uno puede claramente sostener que la venta de futuros fue efectuada de manera fraudulenta, que Moreno modificaba el Índice de Precios del Consumidor del Indec adrede y muchas situaciones más respecto de cuestiones de forma y de lo mal que lo hizo la gestión anterior. Pero si Argentina necesita captar fondos internacionales para efectuar los tan necesitados y por años postergados proyectos de infraestructura que permitan una mejora sustancial en la competitividad (ésa que se consigue para el largo plazo debido a una mejora en la productividad de un país con mejores vías de transporte y más energía, entre otros, y no simplemente en el corto plazo debido a una devaluación del tipo de cambio), no basta simplemente con arreglar con los holdouts y con la visita de Obama.
Para que lleguen inversiones de envergadura se deben tener reglas claras de juego y acontecimientos como éstos no ayudan. “El capital es cobarde” reza un refrán muy conocido en la jerga bursátil (y si no basta con mirar la colocación de Bonos efectuada hace unos días por Irlanda a 100 años que paga apenas un 2,35% o las tasas negativas presentes en gran cantidad de países desarrollados).
Nuevamente recalcar, existe un mundo de diferencia entre estos acontecimientos y los que se producían hace unos pocos meses en la gestión kirchnerista. Pero utilizar esto como punto de comparación no resulta coherente con la Argentina próspera que se busca y que finalmente pueda subirse al tren del desarrollo.
Si queremos empezar a buscar financiamiento con tasas más cercanas a las que pagan otros países latinoamericanos como Uruguay, Bolivia o Colombia, debemos empezar a demostrar a la comunidad internacional que efectivamente “cambiamos”.
Nota Publicada por El Economista – 31/03/2016